A veces, la materia orgánica no se descompone como se espera en el suelo de nuestra finca, permaneciendo visible durante largos periodos tras incorporar estiércol o restos vegetales. Esperamos que dichos materiales se integren rápidamente y mejoren la fertilidad del suelo. Sin embargo, la descomposición depende de varios factores y no siempre sigue el curso biológico óptimo.

Existen dos vías principales de descomposición: la biológica, realizada por microorganismos, hongos y fauna del suelo, y la oxidativa, que ocurre a través de reacciones químicas lentas y menos eficientes. Cuando la actividad biológica del suelo está deteriorada —por ejemplo, debido al uso de herbicidas o prácticas poco sostenibles—, el proceso se vuelve más oxidativo. En estos casos, los restos orgánicos se degradan mal, cambian de color y no generan el humus deseado.

Para lograr una descomposición efectiva, es clave fomentar un suelo biológicamente activo. Esto implica adoptar prácticas como reducir o eliminar herbicidas, hacer un buen uso de la cubierta vegetal, evitar la compactación y equilibrar los aportes orgánicos. Sin un entorno adecuado, los organismos responsables de transformar la materia orgánica no prosperan, y los beneficios esperados de las enmiendas se pierden en gran medida.

Te lo explico todo en este vídeo.

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